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martes, 23 de agosto de 2011

COMO ERAN LOS HORNOS DE LADRILLOS

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Es muy interesante conocer como aquellos pioneros construían los ladrillos. El procedimiento era el siguiente: comúnmente se alquilaban cuatro o cinco hectáreas de tierra, de ella se sacaban –por ley- unos 30 cm. de tierra negra, única apta pala la fabricación de ladrillos.
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     Sitios como estos los hubo muchos en la zona, entre Loma del Millón y Lomas del Mirador, pero en este último sitio se caracterizó por no cumplir con dicha ley. Lo que significó que en vez de extraer solo 30 cm. de tierra fuesen mucho más abajo, llegando a los 80 cm., hasta la misma tierra roja.
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Esto ocurrió con muchos hornos situados entre lo que hoy es la Av. Eva Perón (mucho más conocida como Av. Iparraguirre) y la Av. Mosconi, entre Díaz Vélez, Gral. Paz y Av. San Martín. El resultado fue que luego se disfrazó a esta tierra rellenándola con la basura que los carros porteños venían a tirar por estos lugares. Y la consecuencia la estamos aún viviendo al haber sido modificados los recorridos de las aguas de las lluvias y que nos producen las presentes inundaciones.
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     Dentro de ese enorme terreno se construían los galpones que servían de vivienda a los trabajadores, la noria que se utilizaba para extraer el agua y los llamados “pisaderos”, que eran excavaciones de 50 cm. de profundidad y 10 mts. de diámetro, con pisos de madera. Allí se echaba la tierra negra que se transportaba en carros y carretillas.
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Cuando se completaba con tierra la capacidad del pisadero, se le echaba estiércol de caballo, procedente de la municipalidad y de los cuarteles de ejército y policía, y luego se les agregaba agua suficiente hasta formar una pasta. Acto seguido, se colocaban dentro del pisadero unas 15 yeguas que, pisando la pasta, formaban el barro.
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Los animales eran cubiertos sus ojos con una bolsa de harpillera, para que no se mareasen de tanto girar, y guiados por un jinete a caballo que se colocaba en el medio del pisadero y los dirigía. Este jinete era comúnmente llamado “el barrero”. Al cabo de 6 ó 7 horas de continuo pisar, el barro estaba listo y pasaba a unas “canchas” ya preparadas con anterioridad al lado del pisadero.
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 Esas canchas eran extensiones de pisos lisos de tierra que se usaban para “cortar” los ladrillos y en cada cancha  había  un  “cortador”,  quien  cargaba  el  barro  en  una carretilla y comenzaba su tarea desde el fondo de la cancha hacia el frente. Sus elementos de trabajo eran un molde para dos ladrillos y un “banquito con agua”. Dicho banquito era un rectángulo de madera en donde se mojaba el molde.
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El cortador volcaba la mezcla del molde sobre la cancha en donde se secaba. Una vez seco se formaban pilas de 10 ladrillos de altura en forma de triángulo, hasta que estos se secaban totalmente. Los ladrillos eran entonces transportados hasta las hornallas, las cuales contaban con 18 boquillas para colocar la leña y se construían generalmente en la mitad del terreno que se alquilaba.
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     Dentro de la hornalla se colocaba la primera camada de ladrillos secos y sobre ella una capa de carbón de leña o madera hasta llegar a una altura de 27 camadas y la correspondiente capa de carbón.
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A las 15 camadas se armaba un andamio desde donde una persona alcanzaba los ladrillos a otra ubicada en la parte superior de la hornalla. Al completar la camada 27, se colocaba lo que se denominaba “la tapa”. Esta consistía en dos capas de ladrillos planos ya terminados y tenían como misión proteger a los nuevos ladrillos de la lluvia.
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Una vez terminada esta operación se procedía a cubrir con barro toda la superficie de la hornalla, se le prendía fuego y se colocaban unas chapas alrededor para proteger a la hornalla del  viento. La acción de encender la hornalla y su posterior enfriado llevaba alrededor de 7 a 8 días y todo el trabajo era supervisado por un capataz.
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Al cabo de este tiempo se retiraban las chapas, se eliminaron los ladrillos defectuosos que se guardaban para otra hornalla y se cargaban en las chatas los ladrillos resultantes para su distribución.
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(*) Colaboración realizada por la vecina Norma Alanis, dictadas por la memoria del vecino Máximo José Canzani, de la calle O’Higgins al 800 de Loma del Millón, nacido en 1921, en Como, Italia y arribado  con sus padres a Argentina en 1925, para instalarse en 1926 en Eduardo Costa y Almte. Brown, de Villa Rebasa.---    
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